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Crónica a retardo

Hay un temita específicamente femenino, primero porque hay que tener buena memoria y segundo porque hay que tener paciencia. Es eso que llamaremos la represalia con retardo.

Lo más sano sería decirle por la jeta a tu quía/ suegra/vecino/amigo lo que te molestó, pero no, nos criaron con eso de ser una buena nena, que no se enoja, y entonces fumáte la que venga. Y obvio que por algún lado tiene que salir. Entonces sale, pero a destiempo. ¿Qué es eso de la represalia con retardo?

El quía de Maylén le había dicho:

-Si tenés algo que reprocharme que sea en el momento, porque después… no me acuerdo.

-Claro, me decía uno mío, nosotros lo damos por cerrado.

La condición sine qua non de la represalia con retardo es la ausencia de reacción en el momento de los hechos.

Ejemplo: Durante doce años de putrimonio, una vez al mes mínimo, acompañaba al (entonces no era ex) quía padre de mis hijos al Easy a mirar herramientas. Sepanlo hombres, no hay cosa más embolante para una mina que acompañarlos a comprar herramientas /caños /herrajes /tornillos, etc. No hay acto de amor más desinteresado que estarle teniendo la vela durante 3 o 4 horas viendo como da suspiritos de satisfacción ante cada cacho de hierro. Es como que ustedes nos acompañen a elegir esmalte de uñas.

– Pero si son todos iguales! dice cualquier quía.

– No, este es rojo tomate, y este rojo cereza, no es igual, aquel otro tiene una veta frambuesa, ¿entendés?

El ni siquiera ve los matices que ella le menciona. pero los hombres no hacen esto de la represalia con retardo, cuando la situación se le vuelve infumable, el quía se manda a mudar. Corta.

Ella no. Estoica, con su carrito, espera en los pasillos del Easy. Mientras tanto repasa mentalmente la lista de los defectos de él, los de su suegra, cuñados y demás familiares políticos. Más le duelen los pies y más bronca acumula. Todo por un Philips y unos tornillos con tarugos número 8. Cuando llegan a la casa tiene una cara de ojete que se la pisa y él le pregunta:

– ¿Qué pasa?

-Nada, dice ella, Yo ahí, iría buscando el chaleco antibalas y el antídoto contra cianuro, viste, por las dudas.

Pero como ellos no se percatan de la gravedad del «nada «, siguen de largo. Así con esa pasividad mala leche seguirá ella toda la noche hasta la estocada final. Cuando él quiera sucundún, ella, ¿qué le va a decir? Que está cansada de haber caminado por los pasillos del Easy. Punto pelota.

Cuando una amiga piadosa le explica esto de la represalia con retardo a un quía él se exclama:

– ¿Ah…? ¡Aaaahhhh! ¡¡¡¡¡Aaaaaaaahhhhh!!!!…. Se hizo la luz en su mente, gracias al cielo.

Otro ejemplo: Mica y su quía. Ella le pregunta si se va a cruzar el periurbano platense para verla.

-No, dice él, hace mucho calor.

Ella, en silencio, se acordó de todos sus ancestros ya que tres días antes había hecho el mismo viaje en sentido inverso con 38ºC a la sombra. Esta vuelta le tocaba a él. No dijo nada, para peor.

Cuatro días después una tormenta arrasó y la temperatura bajó a 15ºC. Él le dice que va a verla así aprovechan el clima propicio a mimarse.

-No, dice ella. Hace mucho calor.

Ellos después dicen que no nos entienden. obvio, si tienen memoria de pescado, cada treinta segundos se les resetea el sistema. Una en cambio recuerda todo.

¿Todo? Si, lo bueno también.

Por eso somos más fáciles que la tabla del dos, un atisbo de dulzura y nos derretimos. Y ellos se lo saben, claro. Y se aprovechan.

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