El cine rojo
Es lunes. Raquel Acevedo entra al cine. Es un cine pequeño, de butacas aterciopeladas rojas, paredes rojas satinadas, todo tiene un brillo colorado en el cine menos el telón que es opaco y negro. Raquel ama ese cine con aires de ópera, pero íntimo y secreto.
El cine está vacío, es lo que esperaba Raquel, sobre todo un lunes a las tres de la tarde, y para rematar, a una función del Acorazado Potemkine.
Raquel sonríe y se sienta en la cuarta fila, bien en el medio. A Raquel le gusta ir a funciones solitarias, ver películas que nadie ve y llevarse un anotador. Tantos años como continuista hicieron que desarrollara la manía de anotar los raccords de todas las películas que ve. Eso y juntar compulsivamente las miguitas de pan, de galletitas o cualquier otra cosa que dejara despojos a su paso.
Pero hoy es distinto, acaba de terminar su contrato con la productora, y por la crisis económica, no la volverán a contratar. Ahora está sola, en la sala roja, hundida en el terciopelo de la butaca. Saca su anotador espiralado y su lápiz.
Habían llegado casi al final de la secuencia 1, Hombres y gusanos y estaban en la secuencia de la tienda cuando Raquel sintió ruido. Se abrió la puerta y unos pasos rápidos y pesados se oyeron atrás de ella. Alguien había entrado. Sintió como la forma se sentó justo atrás de ella y suspiró molesta por su tranquilidad perdida.
El individuo se sentó en la butaca de atrás y sacó un paquete de papas fritas que comenzó a comer ruidosamente.
Raquel miró al techo, y trató de concentrarse en la película. Pasó Drama en la cubierta, y Raquel trató de abstraerse del ruido de comida. Cuando terminó las papas fritas, el individuo sorbió de un vaso de gaseosa. Raquel buscaba olvidarse del ruido y seguir con la escena del fusilamiento.
El individuo agarró su balde de pochoclos y empezó a comerlos a la velocidad de la música de la escena del motín. Regó por el piso pochoclos que rodaron hasta Raquel. Ella quería juntarlos, y se empezó a obsesionar con los pochoclos que rodaban por el piso rojo.
En la pantalla aparecían las escenas de gentío yendo hacia la orilla donde estaba Vakulinchuk muerto, cuando pensó que no iba a poder aguantar más. Justo en ese momento parecieron acabarse los pochoclos, ya que no se oía más ruido.
Al fin Raquel pudo volver a concentrarse en la película.
Estaban llegando a la secuencia de la escalera de Odessa cuando el individuo estornudó ruidosamente y se sonó la nariz con ruidos porcinos, para horror de Raquel. Iba a decirle algo, cuando recibió en su respaldo los pies del individuo y oyó su risotada al caer el cuerpo del niño en la escalera.
Indignada, Raquel se para, se da vuelta y le clava el lápiz en un ojo. El hombre grita y la sangre corre por su cara, manchando su ropa y llegando a los asientos rojos y la alfombra roja del piso. Raquel le clava por segunda vez el lápiz en el otro ojo diciéndole:
-El cine no es solo imágenes.
Y se gira hacia la pantalla para disfrutar de la película.