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Crónica del sueño

Me gusta dormir. Ojo, soy libriana, y tenemos (injustamente) fama de dormilones, pero es verdad que soy muy sensible a la falta de sueño. El quía ambiguo puede pasarse 48 horas en vela, llegar con cara de muerto vivo, pero bastante buen talante y lanzar al vuelo “que lindo día” al mundo. Es más, creo que se le potencia la buena onda, si está sin dormir.

Yo no. Yo tengo que dormir un mínimo de 6 horas para poder enfrentar la insoportable estupidez de la humanidad. Es más, me dí cuenta de que pasé los 40, biológicamente hablando, el primer día que me desperté con ojeras por haber dormido menos de 8 horas.

Y ansiedad obliga, tengo un sueño de mierda.  Me contó mi genitora que mi padre me acunaba interminablemente, iba y venía conmigo en brazos y yo con el 2 de oro desafiando toda paciencia. De madre era lo mismo. Los chicos jugaban a pararse en el vano de la puerta sin hacer ruido y ver como inmediatamente me despertaba.

¿Y que pasa cuando el dorima pasa los 40? Ronca. Todos, todos los quías, los gordos, los flacos, todos los que pasan los 40 roncan. Madre de Dios. Yo conocía a este cuando era silencioso, no como ahora que parece el caño de escape rebanado de un 1500 cc sin silenciador. Yo recordaba que lo miraba dormir y daba gusto, no como ahora que le gusta emular a Pumba.

Agregale a eso que se mueve como un trompo y me desaloja las sábanas cada vez que sueña algo desagradable (¾ noches), imagináte. No doy más, dije un día, tengo que hacer algo.

¿Y qué se hace?  como corresponde a esos casos, me dirigí a las matriarcas del clan.

-Dale una infusión de manzanilla, así se relaja y ronca menos, me dijo la primera.

-Silbále, dijo otra (nunca entenderé la relación entre el silbido y el ronquido pero, en fin, aparentemente funciona con algunos).

-Girálo para el otro lado (y de paso tirálo de la cama).

-Codeálo, así se despierta y por un rato se calla. No funcionó, se despertó, me miró, se volvió a dormir y en 1,3 segundos estaba roncando de vuelta, más fuerte.

Bueno, dije yo, voy a ver con las de SU familia, a ver como manejan los ronquidos de SUS hombres. Por ahí es un tema de genético, vió. Esperé a la reunión de familia siguiente y me dirigí hacia las tías de mi cónyuge, esperando encontrarnos solas en un pasillo de la cocina. ¿Qué se hace? Ellas, con 25, 30 o más años de dormir con sus maridos, me dijeron la posta:

-Me pongo tapones auditivos.

Ah bueh, ¿no hay nada nada que hacer? Los tapones son la herramienta de la resignación.

Descubrí que, si llego a dormirme profundamente antes de la hora del ronquido, puedo pasar la noche razonablemente bien, sólo me despierto una o dos veces cuando el temblor es demasiado fuerte. Así que ahí me tenés, promediando 21.30 o 22 horas me meto al sobre, antes de que mi amorcito llegue tambaleando de sueño a las 2 de la matina, me dé vuelta el lecho conyugal cual samba de feria y encima empiece con el martillo neumático a escasos 30 centímetros de mí. Bueno dije, si no soy la única, voy a ver en la red. Busqué en san google: ¿Qué hacer si mi esposo ronca y no me deja dormir?

Aparentemente es uno de los temas más buscados. Confieso que me sentí menos sola. Encontré tapones auditivos, bandas de nariz y hasta un spray para la garganta que evitaría los funestos sonidos.

Pienso comprar acciones en esas empresas, les veo un gran futuro.

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