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Crónica del duelo

Parecía que veníamos en rueda libre y en bajadita cuando de repente me topé con una pared de lleno. Yo, señora de cuatro décadas, tenía que fumarme por tiempo indeterminado la ambivalencia-ambigüedad del quía este. Encima, como tiene instinto rescatista, me ubicaba en su agenda social atrás de la amiga de su amiga, la prima de su vecina, la cuñada de su compañerita de colegio y básicamente de toda damisela en apuros en un radio de 50 km a la redonda. Ya era bastante, ¿no?

Pero analizando, vi, además, que había un funcionamiento opuesto, es decir: él ponía las perspectivas, luego según de las perspectivas elegía la cajita de la relación y sobre esa cajita ponía obsecuentemente un cartelito prolijito. ¿Los sentimientos? Los que quepen en la cajita. Yo funciono al revés, veo que siento, y después que amerita como acción ese sentimiento, y mucho más tarde que tipo de relación y por ende las perspectivas que podrían surgir.

Un corte y una tanda de avisos, señor director.

Fácil decirlo. Tocaba duelo. ¿Vieron que el duelo tiene etapas? Está estudiado por diferentes corrientes psicológicas, empezaría con el impacto, que para mí como fue una piña en el estómago dada por Mohamed Ali, pero bueh.

Luego la negación: no, no se terminó, va a volver, si no es para tanto, etc. En ese momento te decís en un brote de psicótica-perseguidora, ¿y si voy a comprar pan a la vuelta de su casa? (vive a 80 km de la mía) así me lo cruzo casualmente y ¡seguro se va a dar cuenta de lo que se perdió!… Eso, por suerte, me duró muy poco porque la decisión la tomé yo y con los fundamentos descritos ut supra.

Sigue la depresión, ahí es cuando te preguntás porque la vida es injusta e hiciste todo mal. Ese momento en que te auto recriminás, auto inculpás y auto flagelás animadamente. Porque fuiste demasiado buena, o demasiado fría, o demasiado cariñosa, o demasiado lo que sea, pero es TU culpa. ¿El BAJON, con mayúscula? Bueno, hay gente que baja por niveles, otros como por una escalera, ¿otros como si fuera por un tobogán? Yo no, me caigo de cabeza por el caño de los bomberos para estrolarme de una y sin escalas contra el fondo del pozo ciego. Y una vez que estoy allí, hecha una piltrafa lamentable, sólo queda exclamarme cual Gaudio: ¡Que mal la estoy pasandoooo!!! Y entonces, ya me decido a salir a la luz.

Vendría la etapa de la ira, dicen que es nefasta, eso de acordarte de él e imaginarte degollándolo con el palito del helado es malo para la bilis y provoca arrugas. Cada vez que te acordás de él lo rajás a puteadas, le enviás los diablos de todos los infiernos, le deseás todas las peores enfermedades venéreas, así no disfruta con nadie más, comés y pensás ojalá le caiga mal la comida, te bañás y pensás ojalá se resbale en la ducha y así. Tus amigos más espirituales te vienen con el “soltá, desapegáte, enviále luz, todo vuelve,” Vos a esa altura no te importa un comino si la mala onda te va a volver en plena jeta, sólo querés que sufraaaaaaaaaa.

Llega un momento en que ya no se te ocurren más torturas inquisitoriales que le harías y pasás a la negociación, onda tampoco estuvo tan mal, pero no da volver. Ahí empieza el camino de la resurrección, empezás a volver a la vida, te perdonás, lo perdonás al pelotudo mamerto ese (perdón, creo que no llegué todavía a esa fase). Te reconciliás con vos mismo y tu entorno. Entendés que duele, pero es necesario, que es mejor así, que de nada servía emperrarse, etc.

Por fin llega la aceptación y asunto cerrado.

Como nunca entro en los diseños, en vez de esas etapas bien ordenaditas, donde uno pasa de una a la otra sucesivamente hasta llegar a la bendecida aceptación, no. Yo pasé unos días de mierda, con todas juntas y en desorden, superponiéndose y multiplicándose entre sí. Yo soy así, intensa, lo que siento me atraviesa a lo rápido y furioso. Iba con la ira a tope a comprar el pan y gritando a todo pulmón el himno de la resentida, estilo Paquita la del barrio: “Rata de dos patas /Animal rastrero /Escoria de la vida /Espectro del infierno, etc…para ese momento la amorosidad se me había ido al carajo, la amistad y la gratitud borrada del mapa… Al minuto siguiente me venía a la mente” Si arrastré por este mundo/la vergüenza de haber sido/y el dolor de ya no ser… «y luego a los saltos tipo Dánica dorada porque parecía que había llegado por fin la puta aceptación. Ya cuando me reponía, volvía la negación, con algún argumento inverosímil y vamos por otra vuelta de montaña rusa.

Ay Dios, que karma ser así. Hay que tener el corazón bien agarrado, como dicen los franceses. Al fin y al cabo, es un músculo, más vale que duela, pero sienta, y no que no se estremezca y se atrofie. Además, por suerte tengo gente de fierro que me banca en estas circunstancias, y me soporta cuando insoportable. ¿Qué más se puede pedir, de momento?

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