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Crónica de hospital

A veces, llega un momento en que la empatía indiscriminada por el mudo se nos fue, y que por fin sacamos afuera todo lo que nos violenta por dentro.

Fui con el nene bonito de mamá, devenido en grandulón de 19 años, casi diría pollerudo, al médico. Recalcar que yo iba sola al dentista a los doce años no tiene lugar aquí, ya que los tiempos cambian. Fuimos, decía, al hospital de nuestro barrio a que se haga un control. Llegamos por un laberinto de pasillos blancos subterráneos a la sala de espera y secretaría de cardiología.

Tres boxes vidriados, una maquinita que te da el ticket, muchas sillas, bastante gente. Procedemos a sacar el numerito y nos toca en el box 1.

El señor que atiende en el box uno, se ve que nació en un mal día, la luna le vino en aries, y mercurio retrógrado en permanencia. A todos trata como si fueran borregos que le molestan a su paso. Ya le había gritado a un par de viejitas y hablado con desprecio a un par de mamás mientras esperábamos.

Nos toca. Le digo:

-Buen día-al empleado, le doy el DNI del grandulón polle… perdón, del nene bonito de mamá, la orden del clínico social, y le pido el turno para él.

-Y el carnet de obra social?

-No lo tengo, pero es una formalidad, está en sistema.

-Sin carnet no lo puede atender.

-No sé, otros médicos lo atendieron sin carnet, si es paciente regular de este hospital.

-No se puede, sin el carnet no se puede atender, me dice, levantado la voz y haciendo que toda la sala de espera nos mire.

-Mirá en tu pantallita, en el perfil del paciente, ahí lo tenés, le digo, empezando a enervarme y haciendo caso omiso a las miradas.

-Yo no estoy para buscar eso, ¡yo estoy trabajando!

Para ese entonces me bajaron las furias de los Pirineos. Entonces, sin repetir y sin soplar, le solté:

-Vos estás para atendernos a nosotros, no para basurear a la gente, venís tratando para la mierda a un montón antes que llegue yo, ¿y pretendés que agachemos la cabeza porque pegás cuatro gritos? ¿Porque no te vas a laburar a archivos, así no tenés que tener contacto con el público? Sos un maleducado.

Toda la sala de espera me miraba petrificada. Todo ese tiempo tenía a mi hijo tirándome de la manga (¿les dije, no, que era un grandulón???) y tratando de susurrarme cosas para que abandonara el lugar, porque qué vergüenza, mi madre levanta la voz.

Acto seguido, el empleado, callado, me entrega el papelito del turno. Con mi sonrisa más hipócrita, le digo:

– ¡Gracias! Que tengas muy buen día.

Y salgo con mi mejor paso de reina (a veces camino bien) hacia el consultorio.

Mi hijo, el grandulón estaba atónito y me pregunta:

-¿Estás enojada?

-No hijo, en realidad no estoy enojada, pero es que hay gente que no entiende de otra manera.

Dos días después, el grandulón se va al hospital (ya había aprendido a desempeñarse solo, al fin), se acerca a un mostrador con DNI y lo entrega a la empleada. Esta le da el papelito para atenderse y lo despide.

-Pero, le dice él, no me devolvió el DNI.

-Sí, ya te lo di, le contesta riendo.

-No, lo dejó en la fotocopiadora.

-No, ya te lo dí, lo guardaste.

-Señora, lo dejó en la fotocopiadora.

-Jajaj no, ya está, te lo dí.

Entonces, mi hijo se acordó de la escena que había ocurrido días atrás en el mismo hospital:

-Usted me sigue diciendo que guardé el DNI cuando no lo sacó de la fotocopiadora, haga el favor de fijarse en vez de repetir lo mismo como lora.

La mujer, sorprendida, se acercó a la fotocopiadora y ahí estaba. Se lo dio, sin decir palabra, procesó su trámite rápidamente y no se rio más.

-Mamá, me dijo, después, tenías razón, a veces está bien enojarse.

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