Crónica del pre adulto
La vida me lleva por donde le da la gana. Ahora les voy a contar.
Uno tiene hijos, y son la alegría de su vida. Hasta que son adolescentes. Ahí se acabó el cuento de hadas. Primero la edad del pavo, que ya describí ampliamente, donde todo te contestan con un sonido gutural entre “que “y “eeeh” que no sabes si la nube láctea les abrumó el cerebro o no te quieren dar bola.
Una pensaría que, agotada la paciencia de los adultos al transitar la mentada edad de pavo, la criaturita de mamá se avivaría y pasaría sin pena, pero sin gloria a la adultez.
Error. Grave error. Entre la edad del pavo y la adultez hay un sinfín de etapas no del todo estancas por la que nuestro retoño pasará hasta sus 18 y más si afinidad.
Tiene días rabiosos, en que el perro de tres cabezas de hades es un pichicho al lado de él, tiene días perdido, en que anda como sonámbulo y se lleva por delante todo y rompe todo, como en la edad del pavo pero peor. A veces tiene días confrontativos, en que te discute hasta de qué color es el detergente y vos lo mirás desde la otra ribera de la humanidad a este alien que se tragó a tu nene y te lo escupió en una mezcla de Brancatelli y Strajbajer, Estransbajer, Sztajnszrajber (ustedes saben de quien hablo).
Pero entonces, que hago, donde lo devuelvo, ah ¿ya caducó la garantía?
Las sociedades evolucionan, así que el servicio militar obligatorio ya no existe. Pienso que ciertas madres lo veían como una liberación. Se llevaban a tu bendi por lo menos 10 meses y te lo devolvían un poco menos bobo que cuando se fue. Hubo algunos casos en que los chicos no volvieron, pero esos son detalles en los que no nos vamos a detener aquí.
Eso, o el método yanky. A los 18 lo mandás a la universidad (para el que lo puede garpar, claro está). Es genial, se llevan al engendro a vivir a ciudades universitarias y por 5 años lo ves en navidad y alguna otra vacación. Pero no habla inglés.
Yo pensé, en que como le gusta el animé, y aunque no se haga cargo es otaku, podía mandarlo a Japón, con billete de ida y un bolsito de ropa limpia.
Pero no, la ida nomas es carísima. Che, si lo defenestro, ¿se considera todavía infanticidio?
Un día vino a plantearnos si podía emanciparse. Claro, le dijimos, vamos al juez y te emancipás, pero entonces no tenemos más obligaciones hacia vos, te mantenés solo, te encargas de vos solo. Ya no le gustó tanto.
Hay una luz en la oscuridad. A veces, un día de cada tantos, tiene un buen día. A veces, muy de vez en cuando, agradece algo de todo lo que sacrificaste por él. A veces, poquísimas, pide disculpas por ser tan insufrible. De esperanza se vive, mi método es contar los días hasta los 18. Le quedan exactamente 599 días. A partir de ahí, al infinito y más allá…